viernes, 6 de diciembre de 2013

DRIVE DARLING





Tenían una regla irrompible, todas las noches las pasaban juntos, aunque fuera en sueños.

Pero hubo un momento que esto ya no sirvió, llegaron a un punto en el que ni ellos mismos recordaban lo soñado la noche anterior y les daba miedo admitir que en ocasiones cada vez más frecuentes esos idealizados sueños a los que antes se habían aferrado empezaban cada vez más a tomar forma de pesadillas.

Un buen día él buscó nuevos mundos por los que perder la cabeza, ya que sin querer admitirlo los dos sabían que su historia no soportaba más dragones, brujas, contratiempos y aventuras. Se aburrieron de esa aletargada seguridad.

El cuento por fin alcanzó su necesitado final, un bonito día al comienzo del otoño prefirieron (en ocasiones aún se preguntan si fue con cobardía) crear un desenlace lo más decente que pudieron. Uno con el que pudieran mirar atrás y sonreír, seguir queriéndose,  sabiendo aún así que no habrían puntos suspensivos.

A pesar de que la valentía nunca fue uno de sus fuertes. Esperanzada, observó como la vida seguía, ofreciéndole una rama a la que agarrarse para no dejar que la corriente se la llevara y se asió a ella obstinada a salir de allí costara lo que costase, y cuando emergió, después de un tiempo, con paciencia y la cabezonería que siempre le había sobrado descubrió que la única persona capaz de hacerla resurgir estaba ahí mismo, por primera vez desde hacia años solo dependía de ella.  

Supongo que al fin y al cabo la historia tuvo un desenlace feliz, ya que al perderle a él, ella por fin se encontró.