lunes, 23 de mayo de 2011

Está decidido. Iré voluntariamente a un psiquiátrico.

Querido lector. Podría escribir las mil cosas y preocupaciones que tengo es esta frustrada y aungustiada cabecita. Y le daría mil vueltas a la obra de James Joyce. Ulises se quedaría en simples cenizas comparado con los pensamientos tambaleantes de mi mente. Cosas inefables que conseguirían alcanzar un grado de locura mayor al que ya ostento.

Ahora te diría que odio mi propia existencia y a la vez la amo. Y eso es totalmente cierto. Es lo que me ocurre y lo que me está volviendo loca. Estoy realmente mal. Es muy extraño.

Me siento culpable del daño que le hago a aquellas almas que me rodean y deben convivir con mi existencia. No quiero seguir así. Por mí, acabaría ya de una una vez. Corto por lo sano, doy fin, pongo el punto final... Ojalá.
Pero si lo hiciese llorarían porque he desaparecido. Si no lo hago, acabo llorando yo. Me degradan, me hacen daño. Y mi propio subconsciente reacciona y se defiende. Yo no quiero, porque en esta guerra inútil todos acabamos mal.

Creo que sí. Estoy en el día 58. El día 59 habrá una especia de Big Bang en mi cerebro. Será el día que todo el mundo me odie, el día que el desprecio me cubra por completo. El día del final.

Si sigo viva más adelante, mi lugar será un psiquiátrico. Ahora mismo es mi lugar preferido. Quiero irme a una blanca e impoluta habitación de centro psiquiátrico.
Pero, ¡YA!





                                                                                         Una pequeña loca más.